Fiallo

EN LA COYUNTURA ELECTORAL DE 1990: COMPLEJIDAD DE UN PROCESO Y DE LA HEGEMONIA POLITICA

José Antinoe Fiallo Billini*


Publicado en:
Estudios Sociales
Año XXII, Número 77
Julio-Septiembre 1989 (número
editado con atraso)


* Director del Colegio Universitario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y Profesor de Historia Dominicana y Universal en la UASD, Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) y Universidad Iberoamericana (UNIBE).



Abordaremos la coyuntura electoral de mayo 1990, en primer lugar, haciendo un balance de perspectivas, pronósticos o análisis críticos de:

a) Especificidad de la coyuntura electoral de 1986;

b) Apreciaciones en torno a las perspectivas del gobierno del Dr. Balaguer el 16 de mayo de 1986;

c) Una primera aproximación en relación a la situación política nacional al mes de octubre de 1986 y

d) Análisis al 1989 de las políticas gubernamentales del régimen, lo cual nos permitirá evaluar los factores y elementos acumulados que caracterizan la actual coyuntura, por lo que, el presente trabajo es una continuidad de los señalados en el párrafo introductorio.


COYUNTURA ELECTORAL DE 1986

En Estudios Sociales No. 63 (Elecciones Dominicanas de 1986), en nuestro trabajo Historia, Pueblo y Poder, afirmaos el 7 de abril de 1986 lo siguiente:


“La Especificidad de la Coyuntura Electoral de 1986

En efecto, si observamos la problemática partidaria, tras la cual se ocultan profundas contradicciones históricas de clase, apreciamos en primer lugar una redistribución de las “simpatías del espacio” urbano en un contexto de fraccionamiento del perredeismo y “reconciliación” pactada del mismo, de un ascenso del balaguerismo y de un reajuste populista del boschismo-peledeismo.

En tal sentido, aunque los elementos de cohersión están presentes en las formas cotidianas del dominio de clase, como lo demostrara Abril de 1984 y el control policíaco militar del espacio barrial de manera cotidiana, se observa como cuestión fundamental la capacidad de una u otra fuerza política, en este contexto de fraccionamiento y debilidad, de articular sus respectivas alianzas hegemónicas que se traduzcan en resultados cuantitativos en la coyuntura electoral, pero que sean capaces también, al través de una sutil desmitificación del momento electoral de reconocer la organicidad necesaria del capital en cada uno de los proyectos insertos en la plataforma de legitimación electoral.

Sin embargo, para cada fuerza política las potencialidades son diferentes. Como señalamos en párrafos anteriores el PRSC (reformista), creció políticamente y se dio, mal que bien, una estructura electoral que no tenía, porque fue históricamente un partido desde el poder del Estado, un partido estatal. Además de la estructura electoral, ha podido articular respuestas publicitarias y propagandísticas capaces de reforzarlo en su comunicación con la sociedad civil, en términos de comprensión e identificación.

El perredeísmo no ha crecido electoralmente ni orgánicamente desde 1982, y aún más, su escisión orgánica es real y efectiva a pesar del pacto La Unión, pacto que de todas formas perjudica al candidato Majluta por cuanto, a pesar de sus declaraciones, tiene que asumir la condición de oficialista de las políticas fondomonetaristas, por un lado, y por el otro, arrastrando tras de sí las candidaturas de funcionarios y representantes del grupo jorgeblanquista. Ello en una coyuntura de crisis del suministro eléctrico, transporte, precios, entre otros aspectos incidentes.

Pero aún más, es necesario agregar la virtual abstención de sectores perredeístas, la actitud del dirigente José Francisco Peña Gómez y la escogencia de un extrapartido vinculado al clan de la familia Guzmán como candidato vicepresidencial, pero sin ningún ascendiente en el cuadro político nacional, salvo ser correa de comunicación con fracciones de la burguesía local, pero de escaso valor representativo en la clase.

Este último aspecto, la selección de Nicolás Vargas como candidato vicepresidencial perredeísta, aporta el primer elemento para la vuelta a la desmitificación del proceso electoral, porque evidencia la necesidad de irlo estrechando orgánicamente a las diversas fracciones del capital, y por tanto, a la necesidad partidaria de recomponer las alianzas de clase en el momento electoral, en la coyuntura electoral. Desde esta perspectiva no cabe dudas de que la táctica balaguerista ha sido más aguda y acertada que la adoptada por el majlutismo, lo que significa una mayor organicidad del balaguerismo en su relación con el capital, las fuerzas armadas y el imperialismo; es decir, en su capacidad, por la vía del liderazgo principal, de articular las alianzas en la sociedad política.

Y la mejor muestra de ello es la selección de Carlos Morales Troncoso como candidato vicepresidencial del Partido Reformista, candidato que resume también esa organicidad con el capital extranjero y nacional, y que funciona como un “cheque en blanco” para la burguesía criolla y extranjera, no sólo como garantía del tipo de régimen futuro sino en el terreno de la sucesión histórica del balaguerismo.

Si a ello agregamos una mayor movilización balaguerista en la sociedad civil, como habíamos dicho en párrafos anteriores, expresado ello en la candidatura populista de Corporán de los Santos, o en la imagen de “Don Chancho” como expresión de vinculación histórica del campesino parcelario a la alianza balaguerista llegamos a la conclusión de que el Dr. Joaquín Balaguer tiene hoy mayores recursos para recomponer la alianza dominante en la coyuntura electoral.

Esta última apreciación se profundiza por dos elementos más que debemos agregar. En primer lugar, que la candidatura majlutista perdió una parte importante de la base social del peñagomismo, que obviamente tiene una expresión urbana importante y que tiende a canalizarse a través del peledeísmo.

Evidentemente que el peledeísmo cumple una función de esponja que recoge o chupa todo o gran parte del “agua” que se pierde desde los recipientes perredeístas, y ello sucede en el contexto de la definición del peledeísmo como partido burgués de vocación electoral, a partir del Segundo Congreso de 1983.

En dicho Congreso Juan Bosch afirmó que el PLD había crecido “subjetivamente”, no organizativamente u orgánicamente, referido ese crecimiento a un proyecto de alianza que es necesario describir o analizar. Ese crecimiento “subjetivo” del que habla Bosch engloba a trabajadores, pequeños-burgueses, chiriperos, campesinos, en su primera fase, y posteriormente a altos burócratas y burgueses de diversas actividades, unificados a partir de una prédica ideológica moralizante y tecnocrática.

Sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos ante la Cámara Americana de Comercio, en reuniones de comerciantes y empresarios en diversas localidades, el proyecto de alianzas de clase burguesa (no un frente de liberación nacional) tiene una configuración donde el polo propiamente de los propietarios capitalistas es muy débil materialmente hablando, a diferencias tanto del majlutismo como del balaguerismo.


Peso y Función de los Liderazgos Individuales
e Históricos


Este último aspecto nos permite situar un poco la coyuntura electoral, además, de cara a sus perspectivas. La debilidad del boschismo en relación a la necesidad de incrementar la participación burguesa en su proyecto de alianza para la coyuntura electoral, pretende ser sustituída por la capacidad individual del líder carismático, es decir, Bosch. De hecho esto introduce una contradicción subalterna brutal en el proceso, porque el proceso oculto tras la coyuntura electoral lleva a una crisis donde se producirá una gran confrontación social, y una muestra de ello es, tanto la marginación de Peña Gómez y la selección de Morales Troncoso, un hombre de los de arriba, lo que significa una mayor nitidez y claridad en el proceso como desmitificación de la alianza pueblo-burguesía.

Este razonamiento tiene una vinculación estrecha con la apreciación crítica del peledeismo, en la medida en que frente a la progresiva confrontación social que subyace en el momento electoral, y que éste agudiza, Bosch ha planteado la cuestión haciendo énfasis en su liderazgo individual, en el “don” táctico genético de los jefes carismáticos, en suma, en el estado mayor del “genio” dirigente.

En tal sentido, el “auge subjetivo” del peledeísmo, que existe obviamente en el aspecto electoral, descansa fundamentalmente en la relación de las masas con su liderazgo. Y como no se ha producido un auge orgánico del partido, es decir, de su estructura política (que tiene tendencia todavía a sostenerse a partir de una columna de “cuadros”) la actual composición cuantitativa de Círculos de Estudios, Comités de Base e Intermedios, no puede sostener la relación contradictoria que el volumen del crecimiento “subjetivo” establece como presión sobre la organización. Y aún más, no reúne las condiciones para servir de canal dirigente a esa nueva relación entre la cantidad subjetiva y la calidad orgánica del Partido.

En tal sentido, el boschismo tiene obvias y objetivas limitaciones para articular una alianza victoriosa, tanto con los de arriba como con la necesidad de sistematizarla en las capas populares. En el caso del Dr. Joaquín Balaguer, la situación es distinta, pues él “unifica” en el partido las diversas clases y capas, incluyendo a los sectores populares reformistas, a partir de una relación más primitiva y verticalista y en una relación directa y corporativa con la burguesía que se ve reforzada con Morales Troncoso.

Por otro lado, Jacobo Majluta se enfrenta a una complejidad a la cual responde con una coexistencia de su liderazgo individual y un equipo político-orgánico de muy poco desarrollo y condiciones, en el contexto de un partido fraccionado sin el respaldo de la base social del peñagomismo, levantando una plataforma electoral publicitaria politicista, lo cual, naturalmente, preocupó y preocupa a la Embajada de Estados Unidos.

La preocupación no es sólo por la imposibilidad de universaizar a Majluta como candidato efectivo y militante de los perredeístas unidos, sino también por los errores obvios cometidos en los últimos días de campaña electoral, lo cual ha abierto, aún más, la disensión en el propio frente majlutista, tanto en su equipo perredeísta (confrontación entre Stormy Reynoso y Hernández Alberto), como entre ese equipo y el Partido “La Estructura” como órgano diferenciado y puente entre el majlutismo y el “liberalismo” y sus implicaciones clasistas.

En tal sentido, la capacidad para construir alianzas hegemónicas de parte del sector de Jacobo Majluta se ve reducida al introducir en su base política una contradicción que se desarrolla sin visos de solución en la medida en que la jefatura del líder acusa ya limitaciones de centralización y de conducción universalizante de sus militantes de base sin la interferencia del liderazgo subalterno de la fracción perredeísta o estructurada.


Coyuntura Electoral y Crisis

De acuerdo al cuadro histórico y coyuntural podemos afirmar que quien tiene la primera posibilidad de rearticular una alianza de clases de resultados cuantitativos victoriosos en la coyuntura electoral es el balaguerismo, por lo menos, al momento de escribirse este artículo, verificándose un descenso de la alternativa perredeísta y un repunte del boschismo, este último fenómeno responsable parcial de una previsible derrota majlutista.

Ahora bien, sea cual sea el resultado, aún el que preveemos por las razones señaladas, se vislumbra también como fenómeno post-electoral definido una aguda confrontación de clases que podría adquirir matices significativos en la medida en que factores estructurales persistan gravitando sobre la administración del Estado y sus respuestas de clases, fundamentalmente en la medida en que la presencia directa y corporativa de la burguesía en las candidaturas y las políticas partidarias esclarezcan el momento electoral en el sentido de su desmitificación.

En efecto, las demandas democrático-burguesas de los años 1961-1962 estaban referidas a una combinación de exigencias burguesas y populares en relación a la desmonopolización de la dictadura de clase y a las condiciones de subalternidad de las masas.

En relación a las demandas democrático burguesas de la post-intervención norteamericana de los años 1966-67-68 y siguientes, se referían, también, a una exigencia embrionaria burguesa de competitividad y a reclamos populares de levantamiento del peso de la acumulación de la plusvalía social obtenida por la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y la orientación del gasto público a una estrategia burocrática del grupo balaguerista.

Las demandas democrático-burguesas a partir de los años 1978-1979 y siguientes, cuestión que se manifestó claramente en 1984, comienzan a tornarse hacia el plano político-social, como exigencias populares de participación y autodefensa, mientras los reclamos corporativos de la gran burguesía local y de la burguesía extranjera se orientan a un copamiento por arriba del Estado para liquidar los rasgos populistas que le quedan a éste de la transición post-trujillista.

En este sentido, el momento o coyuntura electoral de 1986 tiene el valor de colocar en un primer plano este fenómeno al través de la prioridad que las fuerzas políticas dan al poder real de clase, y por tanto a la necesidad de articularlo orgánicamente a sus proyectos políticos inmediatos, con lo que comienzan a evidenciar la naturaleza clasista de esta forma “democrática”, y a diferenciar las demandas democráticas del pueblo de aquellas que surgen del seno de la burguesía.

Ello permite afirmar que esta desmitificación progresiva de la “democracia” en la conciencia popular y de capas medias, inicia un proceso de decantamiento de las potencialidades de alianzas de clase en las cuales los sectores populares asumen una subalternidad con una conciencia burguesa de los de arriba, y en resumen, como masas de maniobras de las contradicciones interburguesas.

Nicolás Vargas, por el perredeísmo, Carlos Morales Troncoso, por el balaguerismo y el “gobierno democrático” del boschismo, implican una institucionaización del poder real de clase al proyecto político de uso del Estado para una redefinición dominicana de finales de esta década. Pero también indican, una separación progresiva de las fuerzas políticas tradicionales de factores hegemónicos de anteriores coyunturas electorales, estableciendo una diferenciación de las demandas democrático-burguesas conservadoras, en relación a una coyuntura electoral, y las demandas populares más allá de la cuantificación de los colegios electorales. Las demandas de la burguesía extranjera y criolla en cuanto a seleccionar cuadros o condicionar políticas, reducen el espacio de participación popular en las reglas del juego de la dictadura de clase, y los colegios electorales pasan a ser un espejismo de poder de decisión, a una encerrona donde la población ejercita un descarte entre representantes de la clase dominante.

En tal sentido podemos afirmar que la sociedad política dominicana y el Estado ingresan en un proceso de monopolización restringida de las decisiones finales, de por sí ya muy condicionadas a partir de la dedocracia partidaria ejercida en los tres principales partidos que compiten electoralmente por el poder formal, PR-PRD-PLD, a fines de seleccionar candidatos.

Esta reducción de la capacidad para articular la sociedad civil a los proyectos políticos se encontrará con el mantenimiento de la crisis de precios de nuestros productos tradicionales, el déficit, mortal para nosotros, de la balanza comercial norteamericana, en suma, por el modelo extrovertido y destructivo de nuestra economía, que es lo mismo que hablar de las condiciones materiales más agudas de la crisis.

Y a esa crisis sólo podría tomar el camino de paliarla por la vía de una estrategia burguesa de tipo socialdemócrata, y ninguna de las fuerzas que compiten en el momento electoral, pueden o quieren, por los compromisos corporativos de clase adoptar esa vía, a menos que el boschismo y el peñagomismo no arriben a un pacto “histórico”. Pacto que, para su implementación encontraría la oposición cerrada de la burguesía extranjera y criolla, ambas fracciones ejes de esta economía extrovertida y destructiva que hoy reclama una reducción sustancial en la participación popular en la sociedad política y civil, tal y como lo demostró la empresa Falconbridge Dominicana, que confesó abandonar “política de concesiones” al movimiento sindical.

Este proceso descrito en el último párrafo exige de nuevas fuerzas sociales y políticas revolucionarias, construidas en la diversidad y la riqueza de las lecciones de los últimos 25 años, para no quedar como fuerzas políticas maltrechas y marginales, tal y como acontece con las fuerzas de la izquierda tradicional dominicana, que no aparecen en este artículo o análisis por su condición marginal en todos los niveles.

Las lecciones de la historia nos dicen que se acercan días a partir de la coyuntura electoral que definirán más claramente la relación entre el pueblo y el poder de la burguesía extranjera y criolla disfrutan, haciéndoles creer que también ese es su poder. Esperemos que las demandas democráticas y populares de las masas de los de abajo comiencen a crear las bases de su propio poder, diferenciado y alternativo”.


Perspectivas del Régimen del Dr. Joaquín Balaguer Al 16 de Agosto de 1986

En nuestro artículo “
Balaguerismo y Dictadura de Clase”, aparecido el mismo 16 de agosto de 1986 (día de la forma de posesión del nuevo gobierno) en El Nuevo Diario, página 16, decíamos:

“La práctica histórica del balaguerismo, tanto a partir de su herencia trujillista como la propia con “luz propia”, valga la redundancia, establece como lección fundamental un control físico de la voluntad cesárea (por ello es cesárea, por su “capacidad de control” directo y personal, y ello lo sabe el Dr. Balaguer) sobre toda la pirámide de poder, pero fundamentalmente sobre los cuadros fundamentales de la estratificación superior.

Uno de los rasgos fundamentales del trujillismo y el balaguerismo es la administración de las cuestiones estratégicas del funcionamiento del modelo de su dictadura de forma directa, lo que implica la administración de cuestiones cotidianas por la jefatura cesárea y autoritaria, sin mediaciones grupales o institucionales.

Este ya no es el caso, en 1986, del Dr. Balaguer, quien por razones obvias ha perdido una parte importante del contacto físico con el poder cotidiano, con todo el entorno de la jefatura cesárea, teniendo que descansar en el diseño de un modelo de mediaciones personales y políticas para ejecutar su plan de administración de la dictadura de clase.

Una de las características de la jefatura cesárea es, ya lo dijimos, su acción física sobre el poder y desde el poder, su rapidez de acción, su capacidad para sostener de manera confiable el equilibrio de las alianzas, lo cual se pierde en gran medida cuando se requiere de mediaciones que sustituyan progresivamente las debilidades y carencias de liderazgo en crisis histórica y biológica.

Y esta situación tiende a agravarse cuando a esa crisis se agrega una consecuencia: la lucha por la sucesión del líder, independientemente de la voluntad de éste, o a veces a contrapelo del mismo. Lucha en la cual se articulan intereses corporativos de la burguesía, intereses de la “comunidad de inteligencia del imperialismo”, intereses familiares, intereses de clases y grupos partidarios en el Poder Ejecutivo y partidario, o enlazados en ambos niveles. Creo que tal es el caso del balaguerismo ahora, y esa maraña de grupos e intereses por la sucesión se articularán de manera sombría y extraña a esa pérdida de contacto físico con el poder y a la necesidad de crear mediaciones para superar esta situación.

Mediaciones, que al buscar sumar consenso, estarán algunas veces fuera de los grupos “cercanos” del poder (partidarios-grupales, familiares, etc.), y que contribuirán aun más a incrementar la intensidad de las contradicciones en los círculos íntimos del poder.

El liderazgo principal cesáreo, como es el del doctor Balaguer, con tendencia a recogerse sobre sí mismo y a confiar en sus propias fuerzas (recordemos a la “Tebaida Lírica” en aquello de que él era “una planta rara que sólo necesitaba de su savia”), a desconfiar de todo el mundo, genera en ocasiones un círculo fáctico de poder alrededor, que si bien tiene una relación con la dinámica del liderazgo principal, se alimenta fundamentalmente de su dinámica de sucesión del líder, y ello tiene una vocación “putchista” sea constitucional o no, dentro del círculo o los círculos del poder “momificado”.

En la medida en que el control físico del poder, el poder real se pierde, esa dinámica de sucesión se profundiza y complica el ejercicio del poder de la dictadura, desatando pequeñas pero poderosas fuerzas en el corazón del equilibrio del poder estatal. Y el balaguerismo no tiene una sucesión del liderazgo cesáreo con otro liderazgo cesáreo, sino que pretende coexistir entre mediaciones para el control físico del poder y fórmulas hegemónicas aportadas desde la Iglesia Católica, por ejemplo, el sostén militar de apoyatura extranjera, lo que obviamente sólo es momentáneo o coyuntural, lo mismo que la complacencia opositora del boschismo, el peñagomismo o el jorgeblanquismo.

El balaguerismo es hoy sinónimo de una crisis en las alturas del poder, objetivamente, en su propia e inexorable dinámica que expresa la lucha de clases en la redefinición post-trujillista”.


UN PRIMER ABORDAMIENTO DE LA SITUACION
POLITICA NACIONAL EN OCTUBRE DE 1986


En “
Análisis de la Situación Política Nacional”, “El Nuevo Diario”, Septiembre 1986, Pág. 9, se dice lo siguiente:


Política Económica, Burguesía y Burocracia Política

En efecto, señalamos que la naturaleza operativa del balaguerismo había variado, en la medida en que la burguesía de los funcionarios balagueristas que operó en los regímenes de los doce años y las condiciones físico-biológicas de la jefatura carismática se sometían a variaciones inexorables por su agotamiento histórico y personal. Y que por lo tanto el balaguerismo como conjunto de liderazgo autoritario carismático y sistemas de mediaciones del liderazgo con la burguesía, la dictadura de clase y la sociedad civil, expresaba en sus transformaciones la complejizacion de la propia sociedad burguesa, y que ello implicaba en términos relativos el debilitamiento del balaguerismo como fuerza política, y por tanto la pérdida de coherencia de la burocracia de la jefatura.

Ello nos permite juzgar en su justa dimensión las contradicciones implícitas y referidas a la totalidad burguesa de la política monetaria y cambiaria del régimen, en la medida en que ésta no es capaz de paliar las consecuencias de la propia dinámica extrovertida y destructiva de la
economía exportadora y saqueadora de excedentes. En efecto, los polos dinámicos de acumulación capitalistas están referidos, en todo caso, a una dolarización de la economía y a una fijación de precios reales por la dinámica del “mercado” mundial, y muestra de ello es el peso de la actividad financiera, importadora, agroexportadora y el turismo, sin contar los mecanismos de saqueo legales como la repatriación de beneficios de compañías extranjeras, los depósitos en dólares al exterior, royalties, fletes, etc., etc.

El saqueo de excedentes para el mercado exterior y los centros financieros e industriales, se ve reforzado con la importación de esquemas burgueses de desarrollo en relación a economías de servicio e informática (economías de las llamadas “tercera ola”), lo que supone el uso intensivo de capital y los recursos sofisticados de automatización de recursos. En suma, un núcleo central de la economía privada capitalista que
refuerza en los mandos de decisión el parasitismo y la especulación.

Obviamente, la dinámica del “sector privado” de la economía cada vez más creciente en su expansión, entra en contradicción con las necesidades productivas del corto plazo de las políticas estatales, que pretenden articular, repito, las exigencias productivas en la agropecuaria con las urgencias políticas de movilización social de las masas marginales o empobrecidas pero en el círculo de la producción capitalista, sea en los campos o ciudades de las diversas regiones.

En este contexto es que se expresa con mayor agudeza la debilidad de la burocracia política balaguerista actual, en la medida en que su reclutamiento actual ha llevado a ésta un grupo apreciable de cuadros provenientes del llamado sector “privado”, y por tanto, respondiendo en términos de dinámica a una concepción y a unas políticas, que al no estar sometidas, por imposibilidades de la jefatura carismática, a la fiscalización directa, expresan la dinámica de la burguesía fuera de la sociedad política oficial. Y esta concepción y políticas no pueden articular a esa concepción,
la plataforma “keinesiana” del balaguerismo, plataforma referida a las urgencias populistas de redistribución de excedentes en cuotas de protección para el estado en las zonas marginales.

Pero naturalmente, no sólo se trata de que la nueva burocracia reclutada no tiene una identificación histórica con el estilo y la estrategia del balaguerismo histórico, valga la redundancia, sino que la propia concepción balaguerista tiene limitaciones obvias dadas las características agudas de los polos de acumulación hegemónicas y la fortaleza de los grupos monopólicos burgueses criollos y extranjeros.

En este contexto, el esfuerzo de la jefatura carismática balaguerista ha tenido que ser incrementado a grados superiores, lo que necesariamente
tiende a agotar y debilitar aún más la pieza estratégica del balaguerismo, es decir a Joaquín Balaguer. Hay una correlación entre el agotamiento del sistema de mediaciones organizado con la nueva burocracia que se expresa en el relevo continuo de funcionarios importantes, y el agotamiento del propio liderazgo político en la medida en que no puede dar sistematicidad a sus políticas concretas en los aparatos estatales bajo jurisdicción de cada funcionario. Por ello es que, por momentos, la administración estatal aparece sin coherencia y las contradicciones interestatales y la lentitud del Ejecutivo en algunas decisiones o su rapidez coyuntural en otras, comienzan a formar una madeja de sedimentos múltiples que corroen todo el sistema de mediaciones aislando al Ejecutivo y debilitándolo en sus bases “criollas”.”


ANALISIS AL 1989 DE LAS POLITICAS
GUBERNAMENTALES Y SUS IMPLICACIONES


En “Igualdad de Oportunidades y Movilidad Social en el Sistema Educativo Dominicano”, Plan Educativo, Sesión Cuarta de Junio de 1989, afirmamos:

“Esta coyuntura (se refiere a 1984-1986) definió en lo fundamental el resultado político de 1986 lo que obligó al nuevo gobierno al predominio de políticas de transición que buscan un equilibrio entre el papel rector-hegemónico de los grupos corporativos de la clase burguesa en relación, tanto a las diversas fracciones del capital que con y en ellos operan, como en el remanente de la burocracia política que en la cúspide estatal asiste a sus momentos de conclusión del ciclo político actual.

Al no ser ya el Estado el principal eje generador ni apropiador o distribuidor del excedente económico (característica básica del período trujillista), tiene ahora cada vez menos recursos en divisas (uno de los polos de acumulación “ocultos” y privatizado parcialmente) y se debilita ante el resto de la sociedad civil que crece, se complejiza y se “moderniza” en los enclaves urbanos que la élite burguesa reordenadora ha establecido como su habitat territorial.

La políticas estatales buscan financiar el gasto público combinando el manejo de la política monetaria (inorgánicos) con impuestos sobre productos no generados por el Estado, lo que alimenta el proceso inflacionario que se espera para este año de 1989 en por lo menos un 60%. En este sentido es relevante señalar, que, como contradicción que expresa el proceso histórico en curso la oferta de alimentos, sobre todo provenientes del sector agropecuario, se elevó sólo en un 0.5% en tanto que la oferta monetaria creció entre un 46 y un 49%.

Se admite que en 1988 el sector agrícola estableció un crecimiento negativo global de 1.4% de acuerdo al Banco Central, habiendo crecido como es obvio, los sectores de servicio (comunicaciones, financiero, construcción). Teniendo como referencias esos elementos de política, una contradicción que resulta evidente es que los incentivos para la inversión en turismo y zonas francas industriales son precisamente las exenciones fiscales y las garantías de una elevada tasa de retorno junto a la sobreexplotación de la fuerza de trabajo para el inversionista, las cuales esperan por tanto mantener o mejorar sus “ventajas competitivas”, sin que pueda garantizarse que los recursos allí generados pueden ser reciclados en la economía dominicana, sobre todo para financiar o suplir empresas productivas para el mercado común.

El resultado final de esta larga transición hacia un nuevo período que marca la finalización del período port-trujillista, es que se está acelerando una nueva redefinición del papel del Estado: de ser un soporte fundamental para la acumulación al largo plazo (período trujillista y post-trujillista) pasa a asumir un rol, en el actual período 1986-1990, más “pasivo” y condicionado por factores del corto plazo, coyunturas, recibiendo y manejándose entre presiones internas y externas de la
lucha interburguesa, para la privatización generalizada de bienes y servicios tradicionalmente estatales.

El futuro inmediato de este modelo transicional
dependerá en gran parte de la forma como se estructura el flujo y control del ingreso de divisas (incluyendo todo lo relativo a su distribución prioritaria para los sectores de economía productiva, sea de políticas de campesinización o de desarrollo de industria ligera media), y el impacto que ello pueda tener en el empobrecimiento relativo de la población, de cómo puedan reproducirse los requerimientos de importación por unidad producida (lo que plantea una política de reconversión industrial al mediano plazo), sin que ello presione la inflación.

En los años 1986 y 1987 hubo un repunte de áreas PBI percápita, creciendo 13 y 31% (sector construcción) respectivamente, lo que produjo según una cifra que puede ser tomada con delicadeza de pinzas, un crecimiento del PBI del orden de los 5.7%. Pero en 1988 cifras provisionales del Banco Central dan un crecimiento negativo al PBI de menos del 1.4% (algunos economistas establecen en 1% y el 0.9%).

En este contexto el gasto social y en salud ya en 1989 (primer trimestre) observa una disminución real, pasando el gasto social real acumulado a marzo de 1988 de $111.1 millones a $91.4 en los mismos meses de 1989, lo que significa una reducción del 21%. Esta situación anuncia o advierte para los próximos años la
acentuación de la estrategia de transición hacia una economía de servicios privatizados y un modelo generador de divisas basado en los polos de acumulación de la agroexportación, el turismo y las zonas francas.

Para los próximos años es de esperar, de continuar el esquema vigente, una crisis del gasto social percápita, y una profundización de la crisis política por la pérdida del poder legitimador de la educación y la salud (recursos de hegemonía, también) por la ausencia de estrategias para ambos sectores y crisis sobreañadida de su financiamiento.

Esta crisis tendrá expresiones en dos polos socio-económicos y políticos: los territorios de descampesinización y los territorios urbanos de la marginalidad, sobre todo en estos últimos por los efectos combinados rural urbanos de la estrategia de economía extrovertida que vacía el campo y concentra las ciudades, agudizando con la sobreexplotación de la fuerza de trabajo la lucha social a escala nacional. Jorge Cela, Isis Duarte y Carmen Julia Gómez(1), resumen el proceso global de a siguiente forma: “un tipo de desarrollo capitalista urbano que dirige las nuevas inversiones hacia las grandes ciudades y destina gran parte de los recursos estatales a la creación de infraestructura y otros servicios en los principales núcleos urbanos, básicamente en Santo Domingo, convertida así en el principal polo de atracción de los migrantes”. Y agregan: “El tipo de migración que dió origen a la población marginal está vinculado al desarrollo del capitalismo en el agro y de subordinación de la economía campesina que generan una forma específica de descampesinización y de expulsión de fuerza de trabajo de zonas rurales”. Concluyendo con los siguientes razonamientos agudos: “Se desarrolla así una modernidad del consumo sin que la lógica moderna penetre las relaciones de producción.”

El fenómeno macrocefálico se expresa en una doble vertiente: en primer lugar, en su lógica concentradora: 73.2% de las ventas al por mayor era en el Distrito Nacional, el 71% de los permisos de construcción, el 74.5% de los teléfonos, 75% de los vehículos, los supermercados pasaron de 91 a 225, agencias de viajes de 165 a 404, tarjetas de crédito de 3 a 21 y agencias de computadoras de 11 a 78 (Cela, Gómez, Duarte, ob. cit.) y 80.8% de todos los préstamos otorgados (Yunén, ob. cit.). Y en segundo lugar, en su lógica de periferización interior o de marginalización que se expresa en la ciudad de Santo Domingo en que un área del 18.62% territorial es ocupada por el 64.65% de la población con el 62.23% de las viviendas, mientras el 81.38% del territorio vive en el 37.77% de las viviendas ocupadas (ver obra de Rafael Emilio Yunén, citada, p. 76) y en la mayoría de los barrios marginales y populares no más del 28% al 29% de la PEA tenía empleo fijo.

Yunén afirma con absoluta razón: “… se usa una parte del territorio para el sector “moderno”, avanzado, con bajas densidades, con la instalación de las zonas simbólicas, con cierta concentración para el comercio y luego se deja otro espacio productivo para que funcione a costa del hacinamiento y la degradación de los habitantes que no pueden pagar otras rentas, ni tener suelo urbano para asentarse en otros lugares.” (ob. cit. p.75).

Cela, Gómez y Duarte señalaban en su ensayo que “la expansión del sector formal está condicionada a la marginación progresiva del sector informal” (ob. cit.; p. 11), coincidiendo en cuanto a la escisión territorial urbana del hábitat de la burguesía urbana y el hábitat de los pobres, transformando el espacio en el eje de la lucha social, “
el espacio urbano es el campo de batalla de esta guerra”, concluyen estos autores.

Y la agudización de los factores críticos y de confrontación está dada, entre dos factores,
porque la estrategia de crecimiento adoptada refuerza la marginalidad de las masas.(2)

La marginalidad y la “modernidad” están articuladas a un todo que es la nueva vía de crecimiento, vía que es constantemente presentada incluso como vía de estacionamiento o paradas de los flujos migratorios compulsivos. Yunén, de manera acertada describe el fenómeno: “Las últimas innovaciones traídas por el turismo, las zonas francas, etc., han creado nuevos enclaves y han causado también un reforzamiento de los centros urbanos tradicionales, pero con el agravante de que los han convertido en más dependientes aún del exterior ya que utilizan muy poco los bienes y servicios provenientes de los sectores productivos nacionales (con excepción de la mano de obra superbarata y explotable, las playas y otros recursos escénicos) los recursos no renovables que se extraen de las minas y los recursos del suelo a través de su degradación”. (ob. cit.; p. 78).

Y toda esta estrategia de crecimiento exige una definición de políticas y estrategias formativas, tal y como se define en el informe “Sobre las Tendencias de la Economía Externa” de República Dominicana elaborado en abril de 1989 por la Sección Económica de la Embajada de Estados Unidos cuando dice:
La mano de obra dominicana es trabajadora, cooperadora y fácilmente entrenable en oficios básicos, estableciéndose claramente una división del trabajo a escala de masas para adecuar la educación a las necesidades de los nuevos polos de acumulación.


LA ESTRUCTURACION DE LA COYUNTURA
ELECTORAL DE 1990


¿Cuáles de los elementos o factores abordados en diferentes análisis de los ya citados han gravitado de manera más significativa en la estructuración de la coyuntura electoral de 1990?

Trataremos de hacer una exposición concreta y lógica de los mismos para arribar a conclusiones de perspectivas avalados en los aciertos predictivos de los análisis citados introductorios:

1. El núcleo político dirigente balaguerista, el núcleo alrededor del Presidente de la República, como círculo reproductor de las nuevas mediaciones creadas al calor de las limitaciones físicas presidenciales fue sometido a sucesivas reestructuraciones que expresaron debilidades y conflictos, y que, reprodujeron esas debilidades y conflictos: Minú Torres, Mario Read Vittini, Luis Toral, Guaroa Liranzo, Rafael Bello Andino, y otros, agregando el conflicto intrapartido con el grupo de Fernando Alvarez Bogaert; los conflictos entre los propios reeleccionistas en el aparato burocrático y partidario, avalan las apreciaciones del artículo “Balaguerismo y Dictadura de Clase, Pespectivas”, en su totalidad, sobre todo en la afirmación de que esos conflictos desatarían
“pequeñas pero poderosas fuerzas en el corazón del equilibrio del poder estatal”, lo que introduciría elementos de debilidad en la conducción del proyecto reeleccionista.

2. La relación entre la clase capitalista en su conjunto y el gobierno y su jefatura política había sido advertida en nuestro artículo “
Análisis de la Situación Política Nacional” publicado en el mes de octubre de 1986 en El Nuevo Diario, que ya citamos, cuando decíamos que:

“obviamente, la dinámica del sector “privado” de la economía, cada vez más creciente en su expansión, entra en contradicción con las necesidades productivas del corto plazo de las políticas estatales…”

y agregábamos que:

“esta concepción y políticas no pueden articular a esa concepción (es decir del llamado sector “privado”) la plataforma “keynesiana” del balaguerismo, plataforma referida a las urgencias populistas de redistribución de excedentes en cuotas de protección para el estado en zonas marginales.”

Es decir, que esta predicción de conflicto interburgés (burocracia política balaguerista y cúpula de la burguesía dominicana) se cumplió, como puede verificarse de manera empírica en las continuas polémicas entre funcionarios gubernamentales y representantes corporativos de la burguesía a lo largo del período, y que posteriormente sintetizamos en nuestro trabajo “Igualdad de Oportunidades y Movilidad Social en el Sistema Educativo Dominicano” (18989), cuando decíamos:

“Al no ser ya el Estado el principal eje generador ni apropiador o distribuidor del excedente económico (característica básica del período trujillista) tiene ahora cada vez menos recursos en divisas… y se debilita ante el resto de la sociedad civil que crece, se complejiza y se “moderniza” en los enclaves urbanos que la élite reordenadota ha establecido como su hábitat territorial…”

Lo que obviamente significa un conflicto entre el sistema político y algunas mediaciones político-partidarias-carismáticas y la clase capitalista, lo que representa algunas limitaciones para alianzas o fórmulas hegemónicas, alentando una mayor dispersión y fraccionamiento de la clase capitalista en sus vinculaciones clientelísticas electorales con los diversos partidos.

Al concentrar las políticas estatales y privadas en un crecimiento del PBI per cápita por inversiones en construcción y comunicaciones, reforzando la transición bajo control a “una economía de servicios privatizados y un modelo generador de divisas en los polos de acumulación de la agroexportación, el turismo y zonas francas”, incrementando además el volumen de circulación de la masa monetaria en pesos en más de 6 mil millones de pesos, reduciendo el gasto social en educación y salud en un 21% y con una inflación acumulada 88’90 del orden del 125%, por lo que la estrategia de crecimiento adoptada refuerza la marginalidad de las masas.

“… en dos polos socioeconómicos y políticos: los territorios de descampesinización y los territorios urbanos de la marginalidad, sobre todo en estos últimos por los efectos combinaos rural-urbanos de la estrategia extrovertida que vacía el campo y concentra las ciudades…”

Lo que obviamente impacta en la redistribución geopolítica de fuerzas sociales y por tanto la relación entre partidos y liderazgos y masas urbano-rurales. Ello explica por qué se producen reajustes significativos progresivos en la población votante, y sobre todo, la complejización creciente de la movilidad social territorial clasista y su reflejo más importante: la movilidad clasista en términos de su adscripción electoral y la lealtad consistente del voto de acuerdo al trasiego de culturas territoriales y al mantenimiento de fondos subjetivos susceptibles de manipulación.


LA ESPECIFICIDAD DE LA COYUNTURA
ELECTORAL DE 1990


¿De qué manera ha impactado en el proceso político electoral y en cada fuerza o partido político los elementos o componentes del proceso socioeconómico y político abordado en varios de nuestros análisis?

Si observamos la problemática global del país y de cada fuerza política específica apreciamos, no sólo como en 1986 “una redistribución de las simpatías en el espacio urbano en un contexto de fraccionamiento del perredeísmo… de un ascenso del balaguerismo y de un reajuste populista del boschismo-peledeísmo” sino fundamentalmente una redistribución, ahora, en gran escala de las simpatías urbano-rurales en un contexto de fraccionamiento del perredeísmo con ascenso del peñagomismo y descenso del majlutismo, limitaciones obvias del balaguerismo y un ascenso sostenido con mayor reajuste burgués-populista del boschismo.

Esta descripción general de la coyuntura implica mayores limitaciones y mayor fraccionamiento que en 1986 para establecer alianzas hegemónicas entre clase burguesa-partidos, masas y partidos, partidos y partidos, lideratos-fuerzas sociales, aunque es mucho más acentuada hoy la “desmitificación del momento electoral de reconocer la organicidad formal del capital en cada uno de los proyectos insertos en la plataforma de legitimación electoral”, sobre todo por la vía de las candidaturas vice-presidenciales.

Ahora bien, cada fuerza política presenta una caracterización propia en ese contexto y sus potencialidades y complejidades son diferentes.

El Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) presenta importantes limitaciones en sus cúpulas de dirección estatal y partidaria como hemos señalado, y que a diferencias de 1986 su aparato organizativo no presenta una mayor compactación y sí se observa una dispersión en polos de poder centrales, regionales y municipales, no sólo en relación al conflicto “fernandistas-balagueristas”, sino en el propio proceso de administración de la campaña reeleccionista. Esta situación ha sido tan evidente, que, Rafael Corporán de los Santos (candidato a Síndico de la capital) ha cuestionado la “lealtad” de personajes colaboradores de cúpulas en plena campaña electoral o el caso de virtuales insurgencias de base en localidades como Cotuí, Municipio de Puerto Plata, descontentos en Samaná, problemas en el Distrito Nacional, lo que refuerza la visión de que el aparato político burocrático reformista tiene serias limitaciones de inserción en su propia base y la sociedad civil, agudizada esta situación por lo que sería el impacto de la relación descampesinización-marginalidad urbana en cuanto dislocamiento de población tradicional balaguerista.

No podemos afirmar, pues, un crecimiento electoral balaguerista, más bien estancamiento, con signos de pérdida de terreno político en bases tradicionales rurales que han hecho pasar las preferencias reformistas allí de un 41% a un 26-30% en los últimos años, y una incapacidad para articular elementos de la “modernidad” en la economía urbana con la movilización social urbana que genere nuevas franjas de votantes en capas proletarias, semi-proletarias y medias.

El perredeísmo se fraccionó y se recompuso, lo que es un proceso de pérdidas políticas y distribución de simpatías, en primer lugar. Produjo el Bloque Institucional Social Demócrata (BISD), mediación para “peñagomizar el PRD” y el Partido Revolucionario Independiente (PRI), lo que generó una situación diferente de 1986 (Pacto La Unión), el cual pudo mantener un volumen de votantes que dio la segundo posición al perredeísmo. Ahora, sin embargo, aunque la escisión a mediano plazo produjo el PRI y el PRD teniendo como base el BISD y el jorgeblanquismo y sus desprendimientos, el impacto político de esa división tiene implicaciones clasistas y subjetivas que agregan elementos de complejidad al proceso en varios planos.

El peñagomismo reestructuró el PRD articulando un discurso “populista-moderno” para establecer una plataforma de alianza burguesa-popular que pretende expresarse en la candidatura Peña-Hipólito Mejía (identidad “Café con Leche”), flexibilidad popular-tecnocrática, pero, teniendo como eje la movilización de factores subjetivos clasistas que se encarnan en Peña Gómez. Su táctica se centró en detener a Majluta, sangrarlo y establecer la línea de su retroceso, para luego pasar a un segundo paso, que fue colocarse, en posición de sangrar al PLD en la población urbana empobrecida y marginal y en capas rurales de periferia profunda (como el sur lejano, por ejemplo) a partir de la cual se pretende una tripolarización que lo colocará en el flanco “izquierdo” del PLD.

El proyecto Majluta, cerrado su paso por el balaguerismo y el peñagomismo y su posibilidad de abrir espacios sociales frente al boschismo, se presenta en la alternativa PRI en proceso de deterioro, circunscrito a una especie de coalición burocrático-prebendalista de experredeístas, amigos personales de Majluta, y agregados de última hora, donde la organicidad con la burguesía aparece peerjudicada por las limitaciones de su proyecto político de cara a las elecciones de 1990, sobre todo cuando la plataforma eficientista de clase no lograr insertarse a una variante populista que lo articula en la tradición perredeísta con la cual aparece en ruptura.

La fractura real del PRD en PRI y PRD-Peña Gómez, abre interrogantes en cuanto al peso de ella en la correlación de fuerzas y en las decisiones en la recta final de la campaña, sea frente a la candidatura Bosch-PLD (caso PRD) o Balaguer-PRSC (en el caso Majluta-PRI), esta última la más deteriorada de todas. Ambas fuerzas políticas, son, sin lugar a dudas, fuerzas que pueden jugar un papel de agregación de fuerzas a las dos candidaturas que polarizan de manera relativa el conflicto electoral. O en el caso del PRD-Peña Gómez, fuerza que puede restar potencialidad electoral al PLD jugando el papel que el PLD jugó en 1986 en relación al PRD-Majluta.

El crecimiento del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la candidatura presidencial de Juan Bosch es el resultado de diversos factores que se entrelazan y se desarrollan alimentándose los unos a los otros. En primer lugar los resultados de la política económica del gobierno y el deterioro de la “ecología de servicios de la población” en un contexto inflacionario, sin la necesidad de ejercer una oposición popular consecuente pues esos beneficios se daban en el largo proceso de fraccionamiento del perredeísmo, y en la clásica táctica conservadora y desmovilizadora del peledeísmo.

Es relevante, en segundo lugar, apuntalar, que el crecimiento político peledeísta se produce al calor de una profundización de la conservadurización del PLD en el plano ideológico y programático, ejerciendo la hegemonía interior de ese proceso una especie de coalición burocrática-burguesa de funcionarios del partido, capas medias ascendentes dentro y fuera del partido en procesos de acumulación capitalistas y sectores de la pequeña burguesía urbana susceptibles de cumplir una función de extender una racionalidad y disciplina verticalista al proyecto boschista y a la administración estatal de la crisis.

El fraccionamiento del PRD y las debilidades del balaguerismo abrieron múltiples espacios para la reproducción del peledeísmo-boschismo al través de redes periféricas partidarias: Comités Electorales y Comités de Trabajo Peledeístas (CTP) tanto en las líneas urbanas como en la zona rural, en una estrategia de penetración por vía de esa reproducción administrativa (CEs y CPPs) y con la apoyatura del trabajo sindical autónomo (CTM) sin vinculación a la lucha social territorial, y por la vía del control de parte del Movimiento Campesino Independiente (MCI).

El crecimiento periférico del PLD se sostiene en un crecimiento limitado de tipo orgánico propiamente dicho (nomás de 545 organismos de base en todo el país de acuerdo a la nómina del último Congreso Elector) lo que, si bien da en la periferia una vasta capacidad de “recursos” humanos, sigue estableciendo una contradicción entre ese volumen y los organismos de base de los cuales dependen CEs y CPPS más los Círculos de Estudios en el estrato superior, que sería el aparato de campaña fundamental del boschismo, lo cual de todas maneras de explicarse en la voluntad de control de la jefatura cesárea para con la estructura orgánica y la línea de mando de la organización.

En esta coyuntura y partiendo de la definición de Bosch de que arribamos “al cierre de una etapa, es decir la dominada por fuerzas heredadas del trujillismo y administradas por Balaguer” el PLD se propone como mediación a ese relevo, como cabeza de una especie de “revolución” capitalista para la expansión de las nuevas fuerzas burguesas de la sociedad dominicana, las que se han desarrollado al calor de la economía extrovertida y destructiva basada en los servicios.
De esa forma el PLD ofertó a la burguesía y al imperialismo su confianza y su ahora, y lo hizo en el discurso, el análisis y su candidatura vice-presidencial (José Francisco Hernández) hijo del “marxismo” para el capitalismo y la acumulación bajo bendición partidaria, quien llegó a afirmar de manera ignorante que el socialismo estaba ya en el “zafacón de la historia”.

En la selección del candidato vice-presidencial boschista se expresa lo que podríamos apreciar como habilidad boschiana para moverse en lo contradictorio y en la conformación de la realidad por el discurso aunque éste la deforme, lo que constituye un arma de campaña de un populismo que ofrece pero no ofrece (industrialización es empleo), marxismo (pero sin cambios), sociedad con capitalistas que ha cambiado (pero no es propiamente capitalista), en fin, que se puede ser y no ser, y con ello se da margen al candidato y líder la cúspide
(3), es decir, la discrecionalidad jerárquico-autoritaria.


PESO Y FUNCION DE LOS LIDERAZGOS INDIVIDUALES
E HISTORICOS Y LA SUBJETIVIDAD EN LA RECTA FINAL
DE LA COYUNTURA ELECTORAL: PROBLEMAS DE LA
HEGEMONIA


Este último aspecto nos permite introducirnos al problema de fondo a dilucidar en el proceso electoral.

No cabe dudas que, a diferencias de la coyuntura de 1986 el boschismo ha mejorado su capacidad de extender alianzas con la clase capitalista, no sólo por su conservadurización en el contexto de la cita al pie de Rosa Luxemburgo, sino por la latente crisis hegemónica replanteada por Roberto Cassá en su interesante artículo “
La Encrucijada Hegemónica”, diario Hoy, 12 de abril 1990, donde plantea la difícil relación entre la clase burguesa y el balaguerismo y la clase burguesa y los partidos políticos, por cuanto sigue siendo muy difícil operativamente la organicidad directa de los partidos en relación a la cúpula de la burguesía en su estrategia extrovertida de economía de servicios. Esta situación ha fraccionado más a la clase burguesa en la actual coyuntura electoral que en relación a 1986 donde se diversificó entre el balaguerismo y el majlutismo dejando un pequeño espacio al boschismo en su relación hegemónica. En esta coyuntura se aprecian variaciones de relativa importancia.

Se observa, y ello ha sido analizado, el conflicto entre una parte de la cúpula burguesa y el balaguerismo; se observa una vocación de incentivación de las fracciones perredeístas, ya sea el intento de unificación por la vía de la Comisión de “Jóvenes” Notables “Modernos”, hasta las presiones al majlutismo o los piropos de la Fundación “Economía y Desarrollo” vía Elizabeth Riley al “coherente” programa de privatización de empresas estatales del peñagomismo; o la exculpación de Bosch como antidemocrático de los dirigentes empresariales Ginebra y Dauhajre teniendo como fondo la recomendación norteamericana de incorporación al Partido colonial Moderno de los cuadros empresariales o políticos cercanos a la estrategia yanki.

Este fraccionamiento abre espacios al boschismo, reduce la capacidad de alianzas al balaguerismo, abre puertas laterales al peñagomismo, presiona sobre el majlutismo, crea bases de mediano plazo a MODERNO, en suma, es un contexto de condicionamiento y reducción de los espacios estatales y partidarios y una mayor definición de la lucha electoral como espacio interburgués, donde todos los partidos han sido contextualizados por la plataforma burguesa-imperialista, pero donde los
liderazgos individuales y las mediaciones no funcionan con la rapidez y la automaticidad que exigen los polos de acumulación extrovertidos y la adecuación de ellos del sistema político tradicional (“modernización del Estado”, le dicen).

En ese contexto se beneficia coyunturalmente el boschismo-peledeísmo y se afecta el balaguerismo, sin que podamos explicitar cuantitativamente la naturaleza real de las pérdidas balagueristas en relación a la clase capitalista y la vinculación de esas pérdidas de terreno con la cohesión hegemónico-electoral del partido en el gobierno con relación a las masas, ya que la subjetividad de las masas en la recta final de la campaña está afectada, además, por lo que sería una debilidad peledeísta intrínseca a esa organización y sus liderazgos: la relación de confiabilidad de esta alternativa con un variado espectro socio-clasista y político y que plantea las posibilidades de superación de dudas existentes en relación al PLD y Bosch y que se refieren a la percepción popular y burguesa de lo contradictorio y lo oportunista en la plataforma boschiana-peledeísta.

Es decir, que aunque el PLD avanza en clases y capas urbanas y rurales, de pequeña burguesía y el fraccionamiento burgués le permite una mayor apoyatura en la clase capitalista y un mayor margen de maniobras con ella,
lo que permite percibirlo al día de hoy como principal alternativa de victoria electoral, sin embargo los factores subjetivos que subyacen en el proyecto peledeísta y en la percepción oculta y subyacente de franjas importantes de la diversidad clasista dominicana, no garantizan el sostenimiento del PLD hasta el final como puntero al menos que no logre vencer o superar ese contexto sujetivo oculto que se percibe incluso en su propia estructura y periferia.

Este cuadro político se traduce en la opinión de que “el PLD está hoy delante pero Balaguer puede ganar el 16 de mayo”.

El liderato balaguerista mantiene una identidad sin dudas o dubitaciones, en relación al orden y es capaz de articular “un camino sin peligros” con las “dos revoluciones”, de zonas francas y agricultura,
agitando las consignas contra capas especuladoras o parasitarias de los círculos de acumulación, reclamando mayores aportes de la clase capitalista y distanciándose en ocasiones de sus exigencias de acumulación sin ceder al Estado polos relevantes de ella.

En el caso del perredeísmo y el peñagomismo el liderato de éste ha tratado de articularse en una identidad líder-pobres, tratando de penetrar la subjetividad profunda de los marginales urbanos y sectores campesinos pobres, pequeños y medios en un contexto de “liderato-estadista” de escala planetaria, en base a una oculta agitación social que tiende a afectar al peledeísmo-boschismo reforzando elementos de la subjetividad, que pueden drenar votos peledeístas y contribuir a reforzar los factores de dubitación en franjas del electorado con proclividad al PLD.

En cuanto al liderato majlutista se ha objetivizado como conflictivo en la doble relación burguesa-popular, ocupado sus espacios de alianzas por Balaguer-Peña Gómez, hostigado por el boschismo y replegado, como dijimos, en una burocracia-clientela que sólo ha sido capaz de extenderse a cúpulas conservadoras de profesionales, sindicalismo pro-norteamericano y el comercio urbano, en conflicto con un sector importante de los consorcios financieros burgueses, lo cual lo limita en sus potencialidades hegemónicas y virtualmente lo descarta y lo transforma en una carta oculta de naturaleza antiboschista y antipeledísta.



CONCLUSIONES

1. La coyuntura electoral de 1990 indica, como bien lo expresara Wilfredo Lozano el jueves 9 de abril de 1990 en
Coloquios Electorales organizado por INTEC el grado de complejización de la sociedad dominicana en una transición hacia nuevas formas de organización socioeconómica y cultural política.

2. Esa transición se expresa en una redistribución geoespacial y territorial clasista de la población que se manifiesta en los Colegios Electorales con mayor maduración en 1990, y que significa una mayor movilidad social, y con mayor rapidez, lo que articulado a la crisis hegemónica de la burguesía y su fraccionamiento, se refuerza en un mayor trasiego de fuerzas sociales de un partido a otro y a una mayor distribución de los recursos hegemónicos en un esquema que rompe el bipartidismo tradicional y complejiza el escenario electoral.

3.
En este contexto se aprecian claras limitaciones del balaguerismo y también, y como contrapartida, factores y de crecimiento ostensible del PLD enmarcado este crecimiento en el fraccionamiento del PRD, lo que implica al 22 de abril de 1990 (fecha de cierre de este análisis) una cierta perfilación del PLD como partido de mayor potencialidad electoral hacia la coyuntura de mayo.

4. Sin embargo, y esto es importante, el nivel de complejización de la sociedad dominicana, la naturaleza del PRSC y el PLD, sobre todo los factores subjetivos que implican el PLD-Bosch como el curso de la campaña electoral hasta el 16 de mayo, así como redefiniciones de alianzas de la coalición natural antiboschista en ciernes, pueden determinar o que el PLD no pueda superar esos obstáculos subjetivos
(problemática de la confiabilidad burguesa, religión, apreciaciones de capas pobres o atrasadas, fraudes, implicaciones de apariencias ideológicas, conflictos e imagen de su liderazgo carismático-autoritario, etc.) y sostener la campaña manteniendo las diferencias de porcentaje que aparecen en las encuestas y que se avalan en los análisis políticos, lo cual entendemos como la segunda variante de resultado electoral (es decir, la victoria de Balaguer y el PRSC).

En este caso jugará un papel relevante la función del liderazgo del doctor Balaguer para enfrentar la agudización de la crisis económica antes del 16 de mayo y el nivel de maestría política que pueda exhibir en su discurso y en su operatividad, aglutinando compactamente sus propias fuerzas, llevando a decisión favorable a él a por lo menos el 60% de los “indecisos” y trabajando en fortalecer la erosión de los factores subjetivos que penden sobre el peledeísmo. Este cuadro político se definirá en los próximos 15 días y no es desdeñable por la potencialidad que se revela a partir del liderato balaguerista en su relación contradictoria con el liderato de Juan Bosch, liderato que en este plano de la subjetividad, combatividad y maniobra se presenta con rasgos de debilidad verificables en relación al liderazgo balaguerista.

5. Sea una victoria boschista o balaguerista o una tripolarización cerrada que implique al peñagomismo, la relación entre el sistema político formal, la acumulación capitalista y la clase económicamente dominante (burguesía criolla y burguesía extranjera imperialista) plantea nuevas complejidades y nuevas contradicciones referidas o la exigencia de oganicidad entre acumulación y ejercicio del poder formal, y entre poderes formales y la emergencia desde la sociedad civil de un sistema político popular alternativo y participativo,
como fenómeno post-electoral emergente.

6.
Ninguno de los partidos más importantes (PRSC, PLD, PRD, PRI) representan una plataforma popular independiente, aunque sus especificidades aportan conflictos propios en la relación clase capitalista, Estado, partidos y masas populares, dando cada uno problemáticas concretas a la organicidad con el capital y la hegemonía política necesaria a esa organicidad.

Por esa razón quien suscribe este análisis no votará el 16 de mayo de 1990, de lo cual deja constancia al concluir el mismo, hoy 22 de abril a las 12:02 a.m. (hacia la madrugada), y advierte como perspectiva post-electoral una profundización de la crisis prevista en 1986 y un intento, sea cuales sean los resultados finales, de mantener el esquema básico de exclusión y opresión de las mayorías populares, aunque cada retórica pretenda ocultar ese consenso básico oculto en el sistema político formal.


NOTAS

1. Foro Urbano No. 4: Población, Crecimiento Urbano y Barrios Marginados en Santo Domingo, D. N. Fundación Friedrich Ebert, 1988.

2. Ver, en cuanto a marginalidad, los conceptos de Manuel Castells:

La marginalidad urbana puede definirse como la incapacidad de la economía de mercado y de la política de Estado, para proporcionar alojamiento y servicios urbanos adecuados a una proporción creciente de los pobladores de las ciudades, incluida la mayoría de los trabajadores asalariados empleados regularmente, así como la casi totalidad de quienes obtienen sus ingresos en el llamado sector “informal” de la economía”. (La Ciudad y las Masas, p. 161, Alianza Editorial).

Samir Amín:

“Un conjunto de mecanismos de empobrecimiento de las masas, cuyas formas, por otra parte, son heterogéneas: proletarización de pequeños productores agrícolas y artesanales, semiproletarización rural y empobrecimiento sin proletarización de los campesinos organizados en villorrios, urbanización y crecimiento masivo de la desocupación urbana manifiesta así como del subempleo”.
(Capitalismo Periférico y Comercio Internacional. Ed. Periferia, p. 17).

3. En
Política: Teoría y Acción, Organo del PLD, Año 3, No. 25, Enero 1982, en su página 38 se hace una cita de Rosa Luxemburgo con el título “El Verdadero Marxismo” y dice así:

“El marxismo contiene dos factores esenciales: el del análisis, de la crítica, y el de la voluntad efectiva de la clase obrera, siendo este último el elemento revolucionario. El que sólo lleve a la práctica, el análisis, la crítica, no es representante del marxismo, sino sólo de una parodia, miserable y podrida, de su doctrina”.